Por Anner Victoriano
El reciente anuncio de la Policía Nacional de poner en marcha un nuevo modelo de patrullaje con más de mil agentes es una noticia que ha generado grandes expectativas. Este plan piloto, que contará con la participación de 1,150 policías durante seis meses, busca mejorar la seguridad ciudadana y acercar a la policía a las comunidades. Sin embargo, más allá del despliegue mediático, es necesario preguntarse si esta iniciativa representa un cambio estructural o simplemente una respuesta de emergencia a las crecientes demandas sociales.
El país vive un momento crítico en materia de seguridad. Los robos, los atracos y la violencia cotidiana siguen siendo motivo de preocupación para la población. Ante ello, cualquier esfuerzo por reforzar la presencia policial es bien recibido, especialmente si se enfoca en la prevención y el acompañamiento ciudadano. Sin embargo, la experiencia nos enseña que el aumento de patrullas no garantiza automáticamente la reducción de la criminalidad.
Uno de los principales riesgos de este tipo de iniciativas es que se limiten a ser medidas temporales, impulsadas por la presión pública y los titulares de prensa, pero sin un plan sostenido a largo plazo. El verdadero reto es convertir este modelo piloto en una política de Estado, que se base en diagnósticos técnicos, participación comunitaria y transparencia en la gestión de recursos.
Por otro lado, es fundamental que el nuevo modelo de patrullaje no reproduzca viejas prácticas de control y represión. La ciudadanía necesita sentir a la policía como aliada, no como un ente intimidante o distante. Para lograrlo, es indispensable capacitar a los agentes en derechos humanos, proximidad comunitaria y resolución pacífica de conflictos.
Además, la seguridad no se construye solo con más policías en las calles. Requiere políticas integrales que aborden las causas profundas de la delincuencia: la pobreza, la exclusión social y la falta de oportunidades para los jóvenes. Mientras estos factores no se enfrenten de raíz, cualquier modelo de patrullaje corre el riesgo de ser solo un parche.
El nuevo modelo de patrullaje es, sin duda, un paso necesario y positivo. Pero no debe quedarse en un experimento aislado. Si realmente queremos construir comunidades más seguras, necesitamos un compromiso sostenido de las autoridades, la participación activa de la ciudadanía y un enfoque integral que combine prevención, desarrollo social y profesionalización de la policía.
La seguridad es un derecho y una responsabilidad compartida. Hagamos que este modelo piloto sea el inicio de un verdadero cambio y no solo un titular más en la prensa.